Voces desde el campo

Voces desde el campo 1

Justicia alimentaria 2.0

LaDonna Redmond, Fundadora y directora ejecutiva de «La Campaña por Justicia Alimentaria Ahora«

Me hice activista alimentaria porque mi hijo Wade empezó a desarrollar alergias a los alimentos a una edad muy temprana y yo quería proporcionarle los alimentos más saludables. En realidad, no era diferente a cualquier otra madre de mi comunidad, quería lo mejor para mi hijo. Pero esos alimentos, los mejores que hubiera, no estaban disponibles en mi barrio del lado oeste de Chicago. En la comunidad en la que vivo es más fácil conseguir un arma semiautomática que un tomate. El problema de la violencia para la salud pública está conectado con el problema de salud pública de enfermedades crónicas relativas a la alimentación.

Para mi, la justicia alimentaria 2.0 trata de las narrativas de las personas de color. El movimiento por la justicia alimentaria cuenta la historia del colonialismo y del impacto del trauma histórico en las comunidades de color.
Entendemos que la importación de esclavos africanos a los Estados Unidos proporcionó la mano de obra para lo que ahora llamamos nuestro sistema de alimentación industrial. En el núcleo de lo que yo considero los problemas de nuestra comunidad, sobre todo cuando hablamos de acumulación de riqueza o falta de salud, existe en realidad una conversación sobre esclavitud. No hemos solucionado la esclavitud ni su efecto. Para nosotros, la justicia alimentaria no trata solo de nutrición. No se trata solo de cultivar alimentos. Se trata de dignidad. Se trata de visibilidad.
Podemos lograrlo si somos capaces de admitir que nunca hemos tenido un sistema de alimentación justo en los EE. UU. Y debemos unirnos y crear una narrativa donde todos podamos sentarnos a la mesa y crear el sistema alimentario que necesitamos. Reclamad vuestras cocinas. Reclamad vuestro fogón y vuestra mesa. Cocinad muestra comida. Producid vuestra comida. Sabed de donde viene vuestra comida.

Adaptado de «Alimentación+Justicia=Democracia» presentación en TEDxManhattan, 2013

Voces del campo 2

Empoderamiento de la comunidad y resistencia en Detroit

Malik Yakini, Fundador y director ejecutivo de la Red de Seguridad Alimentaria de la Comunidad Negra de Detroit

En Detroit, la población ha bajado de 1.900.000 a 700.000 personas en la actualidad. La ciudad se ha despoblado considerablemente como resultado del declive de la industria automovilística y del éxodo de población blanca en los 1950 y 1960 y de, más recientemente, el éxodo de la clase media negra. Hay un desempleo masivo que, se calcula, está entre el 18 y el 20 por ciento. No existen grandes cadenas de alimentación en Detroit. Eso hace que la mayoría de la población tenga que conseguir los alimentos en gasolineras y tiendas de autoservicio.

Muchos de esos supuestos alimentos se encuentra en contenedores de poliestireno extruido, cajas y paquetes. La huella geográfica de la ciudad es de unas 143 millas cuadradas. De esas 143, alrededor de un tercio de la ciudad esta vacía debido a la despoblación y a la deliberada falta de inversión en la ciudad de Detroit.

La realidad es que Detroit y sus ciudadanos están siendo castigados. Y una de las razones por las que nos están castigando es por los más de 50 años de la lucha por el empoderamiento negro en la ciudad de Detroit. Alrededor del 80 por ciento de la población de la ciudad es Afroamericana y vivimos en un área metropolitana con una de las zonas de mas polarización racial de Estados Unidos. Ahora somos testigos del aburguesamiento de muchas zonas urbanas de Detroit. Vemos como hipsters blancos se mudan al centro de la ciudad y como desplazan a los residentes de toda la vida. Todo esto esta ocurriendo con el trasfondo de uno de los episodios mas insidiosos que han ocurrido en los Estados Unidos: a los funcionarios electos de Detroit se les ha desprovisto de autoridad mediante el nombramiento de un responsable de urgencia por el gobernador del estado de Michigan. A efectos prácticos, han desprovisto a los ciudadanos de Detroit de su voto.

Nuestra organización ha estado trabajando para conseguir otorgar autoridad y resistencia a la comunidad. También nos importa la creación de democracia, el tipo de democracia donde las personas pueden de verdad tomar decisiones que impacten en sus propias comunidades y sus propias vidas… Estamos luchando todas estas batallas con dos males como telón de fondo: el capitalismo y la supremacía blanca, que se manifiesta no solo en en sistema alimentario industrial dominante, si no también en nuestro movimiento alimentario y en el movimiento por la soberanía alimentaria. Nos preocupa el hecho de que estamos todos involucrados en el trabajo de despojarnos de la opresión racial interiorizada. De hecho, no es un trabajo complementario. Este es el trabajo.

Adaptado de una presentación de la conferencia»Soberanía alimentaria: un diálogo crucial» en la Universidad de Yale en 2013. Más información aquí.

Voces del campo 3

Las trabajadoras y los trabajadores del campo viven en una nueva especie de apartheid

Rosalinda Guillén, Directora Ejecutiva de la organización Community to Community

Soy una trabajadora agrícola que entiende ahora que no somos más que un pequeño pero muy, muy importante componente de un sistema. Estoy conectada a la historia de la esclavitud en la industria agrícola de este país, porque nosotras y nosotros somos los nuevos esclavos. Como mexicana americana, puedo afirmar que hay un nuevo grupo de esclavos a costas del cual la industria agrícola de este país se está enriqueciendo enormemente.
En muchas de las comunidades en las que trabajamos en los Estados Unidos aprendemos a vivir en una especie de sistema de apartheid, un apartheid económico, un apartheid social, y, por supuesto, un apartheid racial. Estamos escondidas y escondidos, estamos en silencio, trabajamos.

La esperanza de vida promedio de los trabajadores agrícolas en los Estados Unidos sigue siendo de sólo 49 años. Ése es el precio a pagar para poder mantener el tipo de producción que la industria agrícola necesita para que tú puedas comprar tus bayas y verduras frescas. Y algunas y algunos de nosotros muere incluso antes de esa edad.
Antonio Zambrano, por ejemplo, fue asesinado por la policía en Pasco, Washington, por lanzar una roca a raíz de su frustración por la pobreza en la que vivía y por la falta de respeto y el maltrato que él y su familia habían estado sufriendo durante muchos, muchos años.

Para nosotras y nosotros, la política agraria significa que todavía se están utilizando pesticidas. La política agraria, desde nuestra perspectiva, ha legalizado e institucionalizado el salario a destajo para robar el salario de las y los trabajadores agrícolas del país, la mayoría de los cuales deben utilizar este sistema para recibir un cheque de pago. Es por esos motivos que nuestra esperanza de vida es de sólo 49 años: el sistema de salario a destajo y los pesticidas. Detente y escucha, somos los canarios en la mina de carbón. La industria agrícola está utilizando de manera masiva productos químicos en los campos de California, los cuales van a ser utilizados en todo el país y te afectarán también a ti directamente como consumidor. Escúchanos a las y los trabajadores del campo.

El camino se hace al andar. No sabemos cómo será el camino pero debemos caminar juntas y juntos y vivir bien mientras construimos ese camino. Todas y todos tenemos que dar todo nuestro compromiso. El camino que caminamos juntos debe llevarte a una mesa donde puedas sentarte con tu familia y disfrutar tu comida, con la certeza de que la cena en tu plato está libre de toda explotación humana y de la Madre Tierra.

Texto adaptado de la presentación en el Panel del 40° Aniversario de Food First en 2015

Cuadros

Cuadro 1

Definición de justicia alimentaria

La Justicia Alimentaria hace referencia al amplio abanico de iniciativas que abordan las injusticias del sistema alimentario estadounidense. Las modalidades deficientes de la justicia alimentaria se centran en los efectos de un sistema alimentario desigual, mientras que las modalidades más sólidas se centran en los motivos estructurales que originan dichas desigualdades. Ejemplo de ello son los proyectos reformistas de la justicia alimentaria que proporcionan el acceso a los alimentos en comunidades insuficientemente atendidas para paliar de esta forma la inseguridad alimentaria y/o esforzarse por mejorar los alimentos y las condiciones laborales en el propio sistema de alimentación industrializado a través de mercados especializados, como por ejemplo la certificación orgánica y de comercio justo.

Las modalidades progresivas de justicia alimentaria dan un paso más al producir alimentos (normalmente mediante métodos orgánicos, de permacultura y /o agroecológicos) y al trabajar a favor de un acceso más equitativo a los recursos productores de alimentos como la tierra, los créditos y los mercados, así como unos mejores salarios y unas condiciones laborales para todos los agricultores y trabajadores del sector de la alimentación (no sólo aquellos que se benefician de los mercados especializados o nichos de mercado).

La justicia alimentaria drástica se centra en las transformaciones estructurales y redistributivas del sistema alimentario que desarrollan un poder político en las comunidades explotadas, oprimidas y desatendidas (incluyendo a las personas de color, inmigrantes, mujeres y personas LGBTQ) y trabaja para desmantelar las leyes, regulaciones, instituciones y creencias culturales que blindan el privilegio corporativo, monopolístico, blanco y masculino en el sistema alimentario.
Las modalidades drásticas y progresivas de justicia alimentaria se solapan con la soberanía alimentaria, un concepto de origen internacional definido como el derecho de los seres humanos a unos alimentos saludables y culturalmente apropiados producidos mediante métodos ecológicamente seguros y sostenibles y su derecho a determinar sus propios sistemas alimentarios y agrícolas.

Cuadro 2

La Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria: nutriendo la justicia alimentaria

La resistencia al legado del racismo estructural de los Estados Unidos es un pilar histórico de lo que llamamos «Justicia Alimentaria». La lucha por la justicia alimentaria tiene lugar en las miles de comunidades rurales y urbanas desatendidas de todo el país, comunidades que se tambalean ante los efectos negativos del régimen alimentario corporativo. Los monopolios agroalimentarios de este régimen envenenan nuestros trabajadores y nuestro medio ambiente con sustancias químicas tóxicas al producir los alimentos baratos y procesados que nos hacen enfermar.
Más de 50 millones de personas en los Estados Unidos (en su mayoría agricultores y trabajadores del sector de la alimentación, mujeres, niños y personas de color) sufren de inseguridad alimentaria y de enfermedades devastadoras relacionadas con la dieta. En los Estados Unidos a pequeña escala, las familias de agricultores constituyen menos de un 2% de todos los agricultores registrados del país. Tenemos más personas en prisión que en la tierra. La Justicia Alimentaria en los Estados Unidos adopta diversas formas a la hora de abordar sin rodeos estas desigualdades. Las comunidades insuficientemente atendidas cultivan azoteas y terrenos urbanos vacíos; una nueva generación de jóvenes agricultores cultivan alimentos orgánicos para sus comunidades y mercados agrícolas; la agricultura apoyada por la comunidad y los consejos de políticas alimentarias locales florecen y la promoción de políticas relacionadas con la mano de obra inmigrante, la justicia ambiental, el etiquetado de productos ecológicos y la sanidad pública son cada vez más poderosas.

El movimiento por la justicia alimentaria ha crecido rápidamente en Estados Unidos en la última década entre las comunidades que creen que nuestro sistema alimentario debería servir a las personas de color y no explotarlas y envenenarlas. Muchos creen que la justicia alimentaria drástica constituye el camino hacia la liberación. Gracias al trabajo combativo de las organizaciones de base, la justicia alimentaria también está siendo adoptada por los consumidores socialmente conscientes, quienes exigen alimentos sin productos químicos, salarios justos y unas condiciones laborales dignas para los trabajadores. Todos creen que se debería pagar adecuadamente a nuestras familias de agricultores por los alimentos que producen. Muchos trabajan para convertir sus sistemas alimentarios locales en motores de crecimiento económico bajo el control de las comunidades desatendidas. Todos nosotros buscamos poner fin al control de las empresas sobre nuestros alimentos. Los alimentos deberían ser para las personas y no para el beneficio del monopolio.

No es casualidad que, con el auge del movimiento por la Soberanía Alimentaria, la Justicia Alimentaria también ha surgido como concepto, como una forma de resistencia y como una propuesta política a escala global. La convergencia creciente entre ambas es el resultado de intercambios y vínculos internacionales entre organizaciones locales y movimientos sociales globales, en especial La Via Campesina Internacional. Todo esto se debe a que, por un lado, la creación de Via Campesina y la aparición de la soberanía alimentaria han influido en los investigadores, las ONGs y las organizaciones de base. Además, junto con el progreso de la globalización, el racismo en el sistema alimentario está empeorando en todo el mundo.

La Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria
La Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria (U.S. Food Sovereignty Alliance, USFSA) es una amplia red de 33 organizaciones de base y ONGs comprometidas a establecer la fuerza colectiva de los movimientos por la Justicia Alimentaria y la Soberanía Alimentaria. La Alianza nació a raíz de las conversaciones entre los agricultores, la comunidad y las organizaciones laborales y de seguridad alimentaria para tomar medidas a largo plazo que pusieran de manifiesto las causas de la crisis global alimentaria del año 2008, una crisis producida en gran medida por las empresas y políticas de los Estados Unidos. Ese mismo verano tuvo lugar la primera reunión organizada por este grupo de trabajo en Washington, D. C. Reclamaron un programa político más firme que incluyera precios justos para los agricultores y consumidores, igualdad en el sistema alimentario, una agricultura sostenible, derechos para los trabajadores y el Derecho a los Alimentos.

En el año 2009, el Grupo de Trabajo sobre la Crisis Global Alimentaria congregó aún más gente para trabajar en las organizaciones de base por la justicia alimentaria en Washington D.C. Aparte de esa reunión, los participantes emprendieron varias iniciativas bienales en apoyo a la campaña para acabar con la crisis alimentaria.
En octubre del año 2009, una pequeña «sub-categoría» de aliados organizó el Primer Premio de la Soberanía Alimentaria (First Food Sovereignty Prize) en Des Moines, Iowa, durante la conferencia anual de la Coalición de la Seguridad Alimentaria Comunitaria (Community Food Security Coalition, CFSC). El Premio de la Soberanía Alimentaría se convirtió en una estrategia importante a la hora de difundir el concepto de soberanía alimentaria en los Estados Unidos, destacando el trabajo de las organizaciones de base. Durante la conferencia de CFSC, los miembros del Grupo de Trabajo trataron una visión y una estrategia a largo plazo basadas en la creación de una alianza más amplia entre diversos sectores estadounidenses.

A continuación, el grupo movilizó recursos para apoyar el liderazgo de los agricultores en las audiencias nacionales antimonopolistas agrícolas organizadas por el Departamento de Justicia y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, a las cuales siguió una Asamblea del Pueblo sobre la Justicia y Soberanía Alimentarias en el Foro Social de los EE. UU. en Detroit, Michigan, en el año 2010.

La necesidad de una alianza nacional entre trabajadores inmigrantes, agricultores, familias urbanas y ONGs para abordar los temas de la justicia y soberanía alimentarias quedó patente en esta reunión. Las organizaciones de base, los agricultores y las ONGs de diversas ciudades de los Estados Unidos así como representantes de Via Campesina Internacional de Honduras, Palestina, Haití y Republica Dominicana se reunieron durante dos días para debatir la manera en que las organizaciones locales podían sumarse al proceso político para democratizar radicalmente el sistema alimentario, basado en un programa mundial que fuera establecido por movimientos sociales. Cuatro meses después, en octubre del 2010, se creó la Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria en la conferencia de la Coalición de la Seguridad Alimentaria Comunitaria en Nueva Orleans.

De cara al futuro
Desde la puesta en marcha de la Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria, tanto la soberanía como la justicia alimentaria se enfrentan a una nueva serie de desafíos en el país. En nombre de la «austeridad fiscal», el Congreso Nacional amenaza con recortar los cupones para alimentos de miles de familias y otros programas sociales. Siete estados de los EE.UU. han aprobado leyes «mordaza» que prohíben la documentación y difusión de las irregularidades por parte de los negocios agrícolas. Un estado policial cada vez mayor ha declarado la guerra contra los jóvenes de color. Sin embargo, también han emergido indicios de una nueva ola de movimientos populares, crecientes y masivos por la Justicia Climática, #BlackLivesMatter (las vidas negras también importan) y acciones contra Monsanto.

Del 13 al 15 de octubre la Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria celebrará su tercera Asamblea General de Miembros y el séptimo Premio de la Soberanía Alimentaria en Des Moines, Iowa. A medida que nos acercamos a nuestro quinto cumpleaños, nos comprometemos con nuestra misión de desarrollar una lucha global en pos de la justicia y soberanía alimentarias mediante la creación de una confianza estable y el apoyo al liderazgo de las familias de clase trabajadora y de las comunidades de color para que así puedan recuperar sus vidas y a sí mismos de las garras del racismo estructural.

La Alianza Estadounidense por la Soberanía Alimentaria es un espacio importante en defensa de la justicia y la soberanía en tanto es capaz de aunar las ONGs y las organizaciones de base en una alianza amplia con diversos sectores sociales de los Estados Unidos y en el extranjero.

Cuadro 3

Black Lives Matter*

El movimiento por la justicia alimentaria es un reflejo de la creciente resistencia social y política contra el racismo estructural en los Estados Unidos. A pesar de las afirmaciones en el discurso generalizado de que vivimos en una «sociedad post-racial», las crisis alimentaria, energética y financiera han sido acompañadas por un alarmante aumento en la violencia institucional contra jóvenes afroamericanos y personas de color en los Estados Unidos. Los movimientos por la justicia y la liberación como #BlackLivesMatter hacen imposible que se siga ignorando el problema del racismo – tanto en la derecha como en la izquierda.

El candidato presidencial progresivo y senador de Vermont Bernie Sanders estuvo el 8 de agosto en un evento en Seattle para hablar sobre la seguridad social y programa Medicare, pero fue interrumpido cuando dos mujeres miembros de la sección local de #BlackLivesMatter subieron al escenario. El 9 de agosto marcó el primer aniversario de la muerte de Michael Brown a manos de la policía en Ferguson, Missouri, por lo que las manifestantes pedían cuatro minutos y medio de silencio en reconocimiento de las cuatro horas y media durante las cuales la policía mantuvo el cuerpo sin vida de Brown en una calle de Ferguson. Criticaron a Sanders y otros políticos progresistas por no combatir el racismo. Muchas personas en la multitud predominantemente blanca se disgustaron con los manifestantes y exigieron que le permitieran hablar al senador, pero Sanders abandonó el escenario. Más tarde publicó una declaración escrita en la que decía que estaba «decepcionado porque ningún otro candidato luchará más que yo por la reforma de la justicia penal y la necesidad de combatir el racismo.»

Ha habido mucha discusión desde el evento sobre si la acción de protesta fue positiva o no para el movimiento de #BlackLivesMatter. Algunas personas expresaron la opinión de que era necesaria para hacer a los políticos progresistas blancos responsables de la cuestión del racismo estructural. Otras mostraron confusión por la elección de Sanders como blanco de la acción, ya que él siempre ha sido un defensor de los derechos civiles. La protesta, sin embargo, no se trataba sólo de Sanders, sino de todos los políticos progresistas que han fallado en asumir la lucha contra el racismo. Si bien Sanders puede haber estado decepcionado por el resultado de ese día, esta experiencia será en última instancia valiosa para él. Se le mostró qué es importante para el pueblo, y se le dio la oportunidad de abordar esas preocupaciones y obtener apoyo. #BlackLivesMatter está obligando a los progresistas a tener la incómoda conversación sobre el racismo y está presionando a las figuras políticas a tomar medidas. Están dejando claro a las y los candidatos y al público que no podemos avanzar políticamente sin abordar la violencia del racismo estructural.

Leer la noticia completa aquí.

Para la perspectiva de un hombre indígena que estuvo presente en el evento:

*Las vidas de las personas de color sí importan.

Destacados

Destacados 1

Racismo y capitalismo

Nuestro sistema alimentario moderno ha co-evolucionado con 30 años de globalización neoliberal, que ha privatizado los bienes públicos y desregulado todas las formas de capital corporativo en el mundo. Esto ha provocado los niveles más altos de desigualdad global de la historia. Los impactantes costes sociales y medioambientales de esta transición han golpeado con mayor fuerza a las personas de raza negra, lo que se refleja en los niveles récord de hambre y migraciones masivas de agricultores empobrecidos del Sur Global, y los espeluznantes niveles de inseguridad alimentaria, enfermedades relacionadas con la alimentación, desempleo, encarcelamientos y violencia en las comunidades negras desatendidas del Norte Global.

El movimiento alimentario en Estados Unidos ha emergido como respuesta a los fracasos del sistema alimentario global. Personas y organizaciones de todos los rincones están trabajando para contrarrestar las externalidades intrínsecas del «régimen alimentario corporativo». Comprensiblemente, se centran en uno o dos componentes específicos, como el acceso a alimentos sanos, los nichos de mercado, la agricultura urbana, etc., en lugar de abarcar el sistema como un todo. Sin embargo, las estructuras que determinan el contexto de estas prometedoras alternativas se mantienen bajo el sólido control de las normas e instituciones del régimen alimentario corporativo.

La globalización neoliberal también ha paralizado nuestra capacidad de dar respuesta a los problemas del sistema alimentario, al destruir gran parte de nuestro espacio público. No sólo han destruido las funciones públicas de sanidad, educación y bienestar; las redes sociales de nuestras comunidades se han debilitado, exacerbando la violencia, intensificando las tensiones raciales, y profundizando aún más las diferencias culturales. La gente se enfrenta a los desafíos y problemas del hambre, la violencia, la pobreza y el cambio climático en un entorno en que las instituciones sociales y políticas han sido reestructuradas para servir a los mercados en lugar de a las comunidades locales.

Principalmente, el movimiento por la justicia alimentaria ha dado un paso adelante (con el apoyo del sector de las organizaciones sin ánimo de lucro) para ofrecer servicios y reforzar las acciones comunitarias sobre nuestros sistemas alimentarios. De forma consciente o no, el movimiento alimentario comunitario, con sus proyectos prácticos y participativos para conseguir un sistema alimentario justo, sostenible y sano, está reconstruyendo de muchas formas nuestros espacios públicos desde la base. Esto es simplemente porque resulta imposible trabajar en uno sin reconstruir los demás.

Sin embargo, como han descubierto numerosas organizaciones, no podemos reconstruir la esfera pública sin resolver los asuntos que nos dividen. Para muchas comunidades, esto significa trabajar con el racismo dentro del sistema alimentario. El movimiento alimentario en sí mismo no es inmune a las injusticias estructurales que pretende superar. Dada la omnipresencia de los privilegios de los blancos y la opresión interna que existen en nuestra sociedad, el racismo en el seno del sistema alimentario puede resurgir, y de hecho lo está haciendo, dentro del propio movimiento alimentario, incluso aunque los actores tengan la mejor de las intenciones. Descubrir cómo, dónde y por qué se manifiesta el racismo en el sistema alimentario, reconocerlo dentro de nuestro movimiento, de nuestras organizaciones y de nosotros mismos, no supone un trabajo extra para transformar nuestro sistema alimentario; éste es, de hecho, el trabajo.

El trabajo también es conocer cómo funciona el capitalismo, porque resulta inconcebible cambiar las estructuras subyacentes del sistema alimentario capitalista sin conocer cómo funciona el sistema en primer lugar. Y aun así, muchas personas que intentan cambiar el sistema alimentario tienen muy poca idea sobre los fundamentos capitalistas.

Afortunadamente, esto está cambiando a medida que los y las activistas del movimiento alimentario profundizan para entender por completo el sistema que subyace a los problemas a los que se enfrentan. Muchas personas del Sur Global, sobre todo campesinos, pescadores y pastores, no pueden permitirse conocer las fuerzas socioeconómicas que están destruyendo su sustento. Las comunidades de color desabastecidas del Norte Global (como resultado de las olas recientes e históricas de colonización, desposesión y explotación) forman la espina dorsal del movimiento de justicia alimentaria. Para saber por qué las personas de color tienen dos veces más posibilidades de padecer inseguridad alimentaria y enfermedades relacionadas con la alimentación (incluso viviendo en las prósperas democracias del norte), es necesario conocer la intersección entre capitalismo y racismo.

Los y las activistas del movimiento alimentario están comenzando a darse cuenta que el sistema alimentario no se puede modificar sin atender al sistema económico que lo engloba. Para hacernos una idea completa de la magnitud de los retos a los que nos enfrentamos y lo que se necesitará para conseguir un nuevo sistema alimentario que esté en consonancia con el medio ambiente y con las necesidades de las personas, debemos conocer y enfrentarnos a los fundamentos sociales, económicos y políticos que han creado (y mantienen) el sistema alimentario que queremos cambiar.

Destacados 2

¿Reforma o transformación?

La crisis alimentaria global ha situado al movimiento alimentario de Estados Unidos en una encrucijada política. Actualmente, una sexta parte de la población mundial pasa hambre, igual que una sexta parte de la población estadounidense padece «inseguridad alimentaria». Estos graves niveles de hambre e inseguridad poseen causas comunes: la economía política de un régimen alimentario corporativo y global.

Debido a su posición política, entre los llamamientos reformistas por la seguridad alimentaria y las demandas radicales por la soberanía alimentaria, la justicia alimentaria tiene un papel fundamental para influir en la dirección que tomen los cambios de los sistemas alimentarios. El modo en que se traten los problemas raciales y de clase influirá en la dirección política que tomen las alianzas organizativas del movimiento por la justicia alimentaria: hacia una reforma o hacia una transformación.

Al reconocer que el sistema alimentario industrial de la actualidad es insostenible, el movimiento alimentario estadounidense reclama unos alimentos de calidad, con sostenibilidad medioambiental y con seguridad, y pide la reafirmación de los valores medioambientales y las relaciones comunitarias asociadas a los tiempos mejores de un pasado agrario reconstruido. Todo esto forma lo que Alkon y Agyeman (2011a) consideran la «narrativa dominante del movimiento alimentario». Dicha narrativa, arraigada en una base social de consumidores predominantemente blancos y de clase media, se ha convertido en una referencia importante en los medios de comunicación convencionales. Sin embargo, también tiende a invisibilizar las historias y realidades alimentarias de las personas de color y de pocos recursos.

La seguridad alimentaria de la comunidad (el movimiento de la «buena alimentación») plantea las desigualdades del sistema alimentario en términos de producción y adquisición de alimentos en lugar de centrarse en la desigualdad estructural, lo que desemboca en un mayor énfasis sobre la capacitación en alimentación, medios alternativos de acceso a los alimentos por parte de hogares con bajo nivel de ingresos, y un trabajo asociado de presión política en Washington D.C. para aumentar los modos de ayuda alimentaria y el apoyo a los sistemas alimentarios de la comunidad. El movimiento de seguridad alimentaria de la comunidad (CFS por sus siglas en inglés) lucha por normalizar el concepto de seguridad alimentaria dentro del sistema alimentario existente.

El movimiento de seguridad alimentaria busca desmantelar los mercados globales y el monopolio del poder corporativo a escala local, nacional e internacional, y está a favor de la redistribución y la protección de los bienes productivos como las semillas, el agua, la tierra, así como los servicios de procesamiento y distribución. Mientras que quienes abogan por la seguridad alimentaria y la erradicación del hambre suelen preferir el acceso barato a alimentos perjudiciales como forma de solventar la escasez de alimento, esto los enfrenta a los grupos pro justicia alimentaria y pro soberanía alimentaria que desconfían de las grandes corporaciones agroalimentarias (Gottlieb and Joshi 2010, 215).

El trabajo que realiza el movimiento por la justicia alimentaria se solapa de forma considerable con el del CFS, pero tiende a ser más progresista que reformista, ya que plantea de manera específica los modos en que la gente de color de comunidades de bajo nivel adquisitivo está viéndose afectada de forma desproporcionada por el sistema alimentario industrializado. Atrapado entre la urgencia del acceso a alimentos y el imperativo de la equidad, el movimiento por la justicia alimentaria cambia, se solapa y tiende puentes con el trabajo de los movimientos comunitarios de justicia y de soberanía alimentaria, intentando resolver el racismo y el clasismo al tiempo que intentan arreglar un sistema alimentario roto.

Aunque las reformas moderadas del sistema alimentario (como el mayor número de sellos alimentarios o la reubicación de las tiendas de alimentación) son efectivamente necesarias para ayudar a las comunidades vulnerables a salir adelante de las crisis, el hecho de que estas reformas no se centren en las causas fundamentales del hambre y la inseguridad alimentaria sino que se queden en causas secundarias, no se alterará el equilibrio fundamental de poder dentro del sistema alimentario y, en algunos casos, puede incluso reforzar las desiguales relaciones de poder que ya existen. Para arreglar el sistema alimentario disfuncional que tenemos (de cualquier modo sostenible) se requiere un cambio de régimen. El cambio del sistema alimentario vendrá de la mano de una presión social potente y mantenida, que fuerce a los reformistas a hacer retroceder el neoliberalismo del sistema alimentario. Gran parte de esta presión podría venir del movimiento alimentario, si es capaz de superar sus diferencias.

Para resolver la crisis alimentaria es necesario desmantelar el racismo y el clasismo del sistema alimentario, así como transformar el régimen alimentario. El movimiento de justicia alimentaria se enfrenta al reto de forjar alianzas que apoyen unas prácticas justas y sostenibles en el terreno, y de movilizarse a la vez políticamente para conseguir unas reformas estructurales más amplias y redistributivas. Esta praxis esencial aún puede producir una narrativa nueva y potente del movimiento alimentario: la narrativa de la liberación.

Referencias:
Alkon, Alison Hope, and Julian Agyeman. 2011a. Introduction: The food movement as polyculture. In Cultivating Food Justice: Race, Class, and Sustainability, 1-20. Food, Health, and Environment; series ed. Robert Gottlieb. Cambridge, MA: MIT Press.

Gottlieb, Robert, and Anupama Joshi. 2010. Food Justice. Cambridge, MA: MIT Press.

Boletín núm. 23 – Editorial

Justicia alimentaria y soberanía alimentaria en EE.UU.

La soberanía alimentaria surgió como la contundente respuesta de La Vía Campesina a los regímenes de «libre comercio» que destruyen el sustento de las personas de todo el mundo. Numerosas comunidades del Sur Global han hecho suyo el término en su lucha frente a la propagación de los agrocombustibles, los OGM, los acaparamientos de tierras y la «privatización de todo».

Uno de los motivos por los que la soberanía alimentaria ha conseguido tanta popularidad es que la globalización neoliberal ha concentrado prácticamente la mitad de la riqueza del planeta en manos de tan sólo 80 individuos. La soberanía alimentaria es el grito de los desposeídos.

Otro motivo es que la soberanía alimentaria refleja la profunda resistencia y las luchas históricas de los pueblos contra la explotación, la opresión y la colonización. Cuando las comunidades que luchan por sus derechos descubren los principios de la soberanía alimentaria, su reacción suele ser «¡Sí! ¡Eso es lo que estamos haciendo!» En primera línea de batalla, las raíces comunes de la resistencia se reconocen rápido.

La justicia alimentaria es una de estas luchas. El radicalismo de las raíces de la justicia alimentaria en Estados Unidos está muy vinculado al movimiento de liberación negra. En la década de 1960, partiendo de la tradición histórica de cuidados entre las comunidades afroamericanas, los Panteras Negras llevaron alimentos, servicios sanitarios, vivienda y educación a sus barrios, dando a la comunidad el control sobre ellos. La alimentación era uno de los tablones en la gran plataforma de la liberación: la protección frente al hambre y frente a la brutalidad policial fueron derechos soberanos.

Las luchas actuales se enfrentan al hambre y a la violencia desde el punto donde convergen raza, clase y género, orientando la justicia alimentaria hacia sus raíces radicales de resistencia, y hacia la soberanía alimentaria. En la presente edición, compartimos perspectivas sobre la potente y enriquecedora convergencia entre la justicia alimentaria y la soberanía alimentaria.

Eric Holt-Giménez, Food First